viernes, 9 de junio de 2017

Capítulo 5

Gianna.

-¿Estás bien?-Pregunta dulcemente.
Quiero volver a llorar, aunque no por mí sino por él; por el pobre chico que perdió a su mejor amiga sin saber cuándo ni por qué, el cual tiene a la empatía como segunda naturaleza y, que en lugar de compadecerse a sí mismo por lo mal que lo había hecho sentir la desaparición de Samantha, no hizo más que intentar ser útil para el resto de nosotros. Lo miro a los ojos, intentando ver en ellos la respuesta a la disyuntiva que me plantea su pregunta. ¿Debería decirle la verdad y sumir a otra persona en el mismo estado en el que me encuentro yo? ¿O debería mentirle, procurando que, al menos una de las personas que solían formar parte de la vida de mi hermanita, siguiese disfrutando de las infinitas realidades que estaba viviendo Sam en su cabeza? Porque al no saber dónde estaba realmente ella, podría haber estado en cualquier lado. Y eso era, sin lugar a dudas, mucho mejor que la realidad. Por primera vez, prefiero la incertidumbre antes que la certeza.
-Sí, estoy bien. Peleé con Andrea, nada muy importante.
Ante la falta de una respuesta, elijo irme por las ramas.
-¿Vos peleaste con Andrea? Eso es algo nuevo. ¿Se puede saber por qué?
Se sienta a mi lado en la vereda y pone una de sus manos sobre mi hombro, a modo de consuelo. El confiable y amable Tobías, la única persona capaz de hacer sonreír a cualquiera que se encontrase en estado catártico como en el que estoy yo. No puedp ocultarle la verdad. No a él. Quizá terminaría arrepintiéndome de lo que estoy a punto de decir. Quizá, encubriéndolo como una acción noble, estoy en realidad siendo egoísta y el contarle a Tobías es una forma de no pasar por esto sola. Sea como sea, decido decirle la verdad.
-Sobre Samantha.
Noto como se tensiona todo su cuerpo, empezando por la mano que tiene apoyada en mi hombro. ¿Acaso veo lágrimas en sus ojos? No estoy segura. Le doy unos segundos, analizando su reacción, esperando ver si prefiere que continúe con una explicación o si es él quien quiere hacer las preguntas. Parece elegir la primera opción.
-La encontraron hoy. Parece que está viva después de todo. Ella está en… está….en-Inhalo, exhalo-Samantha está en Rosa de los Vientos.
Ahora no hay dudas de que sus ojos están anegados en lágrimas. Pobre chico. Siento lástima por él. Y siento lástima por mí también. Incluso creo que comienzo a sentir lástima por Andrea y a entender su comportamiento. Al ver llorar a Tobías, al ver cómo su corazón termina de romperse frente a mí, al notar la desesperación que parece abrazarlo, comienzo a sentir ira contra mi hermana. Como no había hecho antes, empiezo a ver a Samantha como la culpable de todo lo que nos está pasando. En mi cabeza, pasa de ser una víctima de su enfermedad, de su destino, de su dolor, a ser el agente creador de nuestra enfermedad, de nuestro destino y de nuestro dolor.
-La verdad es que no tuve tiempo de preguntarle a Andrea cómo fue que la encontraron, pero ellos fueron a verla hoy. La versión de mi madre es que está loca, que no hay posibilidad de recuperarla. Aún no hablé con papá. No sé si estoy preparada. No sé si quiero. Pero supongo que es lo que debería hacer ¿no? Necesito respuestas.
Continúo hablando, sin importarme si Tobías me está escuchando o no.  El decirlo en voz alta me ayuda a procesarlo y, si en efecto me está escuchando, quizá tenga las respuestas que a mí me faltan.
Nuevamente silencio.
Diez segundos y nadie habla.
Veinte segundos y la mano de Tobías poco a poco se aleja de mi hombro.
Cuarenta segundos y comienza a desesperarme el silencio. ¿Dije que no me importaba si me respondía? Mentía. Quiero que alguien me diga qué hacer.
Cincuenta segundos y extraño el calor de su mano sobre mi piel.
Un minuto. Impresionante cómo sesenta segundos pueden volverse interminables.
-Creo que deberías hablar con tu papá Gianna-Murmura finalmente.
Asiento con la cabeza.
Él empieza a pararse, a alejarse de mí, a dejarme otra vez sola sobre la vereda frente al que alguna vez fue mi hogar. Antes de alejarse por completo se da vuelta y me dice:
-¿Podrías llamarme después de que hables con él? Quiero saber la verdad.

Vuelvo a asentir con la cabeza y, ahora sí, me quedo sola.

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